Toda mi vida tuve problemas de sobrepeso.
Desde que tengo memoria, fui gordita, pasando por etapas de obesidad en los cuales "gordita" era una palabra que intentaba minimizar mi estado, más que un adjetivo real aplicable.
No me voy a hacer la boluda. Me gustó toda la vida comer. Y cuando era chica, le daba duro a las golosinas. No, no les voy a decir "ay tengo problemas genéticos". Sí, probablemente la genética tenga mucho que ver, y la mala alimentación de la gente con la que conviví hasta ahora, pero también es culpa de uno mismo.
No sólo padecí de la crueldad de mis compañeros de escuela primaria (todo aquel que fue gordo, y más siendo mujer, sabe bien de lo que hablo), sino también en mi propia casa. Con un padre y un hermano que han sido siempre fanáticos de la burla, y de hacer sentir mal al otro, yo no pude ser la excepción.
Así que ahí fue la poca autoestima que pude tener de pequeña. Llegando a una casa, deprimida, por todas las barbaridades que me tenía que fumar en el colegio (doble turno, todo el día ahí), y encontrarme con dos personas que más que ayudarme, me la empeoraban.
Mis recuerdos son de una vida a dieta. Probé de todo, hasta esas pastillas de dudosa procedencia que no eran otra cosa que diuréticos. Perfecto, bajé 5 kilos la primer semana. Pero al mes no podía pararme.
Subía y bajaba.
Cuando me puse de novia, estaba en un peso medianamente decente (pero solo con dieta, así que estaba fofa), y dejé de fumar. A eso le sumo problemas de tiroides. ¿Resultado? 20 kilos arriba. Otra vez la lucha con la obesidad.
Entonces decidí anotarme en un gimnasio y que me dure la intención. Es el cuarto al que voy, pero por primera vez, no abandoné nunca (salvo un período de 5 meses por razones laborales/económicas). Y estoy yendo desde febrero del 2009.
Pasé por dos dietas, la actual es vegetariana, ya que dejé de comer carne en agosto del año pasado.
Y en todo este tiempo, si bien los resultados son palpables, como que mi mentalidad sigue siendo la mentalidad de una obesa. Aunque últimamente, ya me cuesta mirar el espejo y no ver las cosas obvias, como las marcas que se me hacen en la cara. O el hecho de que haya tenido que achicar los jeans para no parecer una bolsa de papas.
Así y todo, el autoestima no aumenta. Y me pasa que muchas cosas de las que me dijeron, me revolotean en la cabeza, negándose a desaparecer.
Hasta que quizá, alguien de ese pasado, que no hacía otra cosa que no fuera puntualizar en tu gordura, te dice algo positivo.
Hoy mi viejo me dijo, entre otras cosas, "Mantené ese físico". Ese mismo hombre que cuando era chica me decía cualquier otra cosa.
¿Vieron como algunas frases dichas en un momento preciso pueden tener una fuerza determinada?
Creo que este fue el momento en el que dejé de hacer lo que estaba haciendo, tuve que mirarme de arriba a abajo, y pensé para adentro: "Pará....esto no era así antes. No es lo mismo"
Estoy haciendo las cosas bien. El proceso es lento, pero los resultados ya los puedo ver un poco mejor. Y no me falta tanto para llegar a ese número que, creo yo, va a ser el ideal.
PD: Hablar de estas cosas en un espacio público ya es, para mi, dar un paso importante.